Actualmente se habla mucho sobre depresión, sin embargo, además de esta, existen otras pautas tan importantes cuanto ella en la agenda de la psiquiatría. En un pasado no tan distante, las personas con trastornos mentales recibían un tratamiento considerado absurdo y obscuro dentro de los hospitales psiquiátricos brasileños. Según el libro “(Colonia) - una tragedia silenciosa”, hombres y mujeres eran sometidos a condiciones infrahumanas, perdían el derecho a la ciudadanía y eran atiborrados en hospitales superpoblados que hacían uso de tratamientos violentos que, muchas veces, resultaban en muertes – los cadáveres eran vendidos a los laboratorios de anatomía de universidades. Hay registros de por lo menos 60 mil muertes entre hombres, mujeres y niños en hospitales psiquiátricos brasileños.
Además, hay también casos en los que personas sin trastornos mentales fueron internadas solo para ser apartadas de la convivencia social, por innumerables razones. El coordinador del Laboratorio de Estudios e Investigaciones en Salud Mental y Atención Psicosocial de la Escuela Nacional de Salud Pública Sergio Arouca (Laps / ENSP / Fiocruz), Paulo Amarante, fue pionero en la lucha contra esos abusos. Como consecuencia, junto a dos amigos más, llegó a ser despedido de su empleo y de allí en adelante inició una larga historia de luchas y victorias en búsqueda de la reforma antimanicomial brasileña.
En esta edición de Conexión Fiotec-Fiocruz, Buss – que también fue uno de los organizadores del libro “(Colonia): una tragedia silenciosa”, punto de partida para otras obras sobre los absurdos de los hospicios brasileños – cuenta un poco sobre su experiencia de vida en la psiquiatría y como está la situación brasileña en el área.
Usted participó en la reforma antimanicomial en Brasil después de la década de los años 70. ¿Cómo fue su participación en ese movimiento?
Hice la primera denuncia junto con dos colegas más sobre la situación de violencia y abandono de los manicomios y esa denuncia dio origen a nuestro despido [Buss se refiere al año 1978, cuando trabajó en la División Nacional de Salud Mental (Dinsam) y notó la ausencia de médicos en los plantones, deficiencias nutricionales en los internos y violencia (la mayor parte de las muertes causada por cortes, palizas, no investigadas y atribuidas a otros pacientes), e investigó esas situaciones, incluyendo la denuncia de presos políticos internados en esos hospitales. Después de su despido, fue organizado un memorial, lo que culminó con el despido de más 263 personas y generó la llamada “crisis de la Dinsam”. Informaciones recogidas de la Revista Radis]. En razón de esto, tuvo inicio una corriente de solidaridad que acabó resultando en el Movimiento de Trabajadores de la Salud Mental (MTSM) y, posteriormente, en el Movimiento de Lucha Antimanicomial.
La reforma psiquiátrica brasileña comenzó en los años 70 y yo participé desde un primer momento. Es el proyecto más importante de mi vida. Durante todo el tiempo me dediqué a ello, ya sea como formador, como investigador y como militante. Me dediqué exclusivamente a formar profesionales en ese nuevo escenario, a formar conocimiento y a producir investigaciones. Como militante participé en el Consejo Nacional de Salud Mental y en otros espacios, representando al movimiento social.
La primera gran denuncia realizada sobre los hospitales psiquiátricos, a ese nivel de media, fue realizada en la película “En nombre de la razón”, de Helvécio Ratton, poco después de la segunda visita a Brasil de Franco Basaglia (famoso psiquiatra italiano que promovió una importante reforma en el sistema de salud mental). Después de esto, nosotros hicimos una gran denuncia en el libro “(Colonia): una tragedia silenciosa”, del cual yo fui uno de los organizadores y editores junto con Jairo Toledo Furtado.
El médico italiano Franco Basaglia visitó Brasil en 1979, denunció los abusos que ocurrían en el Hospital Colonia de Barbacena (MG) y llegó a comparar el ambiente con los campos de concentración nazis. Basaglia fue uno de los más influyentes en su trabajo. ¿Cuáles son los principios y las líneas de investigación que él trabajaba y que lo influenciaron?
Fue la primera vez que vi esa comparación entre hospitales psiquiátricos y campos de concentración. Y me llamó mucha la atención por el hecho de que yo nunca había pensado en ello: el campo de concentración no es una institución que tiene como objetivo la recuperación, es un campo de exterminio y muchas veces era eso lo que ocurría en los hospitales.
Mi identificación con Basaglia viene mucho de la lucha contra la violencia y la defesa de los derechos humanos de las personas con trastorno mental. Exactamente por estar con determinada fragilidad y dificultad de inserción social, ellas deberían ser protegidas y no aisladas y sometidas a la violencia.
La gran innovación de Basaglia fue colocar entre paréntesis la enfermedad para que descubriésemos a las personas con sus características y dificultades. Son personas que requieren cariño, cuidado, amor, alimentación, casa, trabajo y todo lo demás. Por ese motivo, la reforma psiquiátrica brasileña, además de luchar contra los manicomios – que son espacios de segregación y de violencia no solo social, sino física y moral; locales de mortificación y de muerte –, comenzó a construir espacios y otros lugares sociales. Comenzamos a desarrollar proyectos culturales, cooperativas de trabajo, de generación de renta y espacios de tratamiento que son espacios de sociabilidad. Más que para recibir remedio y técnica, son espacios desarrollados para que estas personas puedan convivir y ejercitar el aprendizaje social. Entonces, existe toda una red de dispositivos, equipos, de estructuras y de proyectos que le otorgan a nuestra reforma el reconocimiento de ser uno de los más importantes trabajos del mundo entero.
Este año, por ejemplo, tendremos muchos blocos (agrupaciones) de carnaval importantes en Brasil. No son blocos que se mantienen dentro de los manicomios, celebrando el carnaval “de mentirita”, ellos salen a las calles realmente. Algunos ejemplos son el bloco “Locura suburbana”, el “Se está alocando, alocado, alocó” y “Los conspirados”. Así como ellos, existen grupos de música, grupos de teatro, artistas plásticos y muchas otras iniciativas. Es esto lo que nosotros conseguimos hacer: trasladar personas de manicomios desagradables, de locales de aislamiento y de muerte, a locales de vida, a casas, a proyectos culturales y proyectos de trabajo.
Al final de los años 80 surgieron los primeros Centros de Atención Psicosocial (CAPS) que funcionaban como una “alternativa” a los manicomios. ¿Cómo era ese trabajo y cuál es el papel del CAPS actualmente?
El surgimiento de los Centros de Atención Psicosocial (CAPS) y de los Núcleos de Atención Psicosocial (NAPS), y también de los Centros de Referencia en Salud Mental (Cersam), fue un momento fundamental en el pasaje de los años 80 a los 90, cuando nosotros criticábamos el modelo manicomial, pero no teníamos prácticas asistenciales alternativas. Fue a partir de ellos que comenzó a ser posible demonstrar que era viable tratar a un paciente grave fuera de los manicomios, en régimen abierto, vinculado a la familia y al trabajo, y participando en otras actividades.
Aquí en el Brasil el Caps fue revolucionario. Un nuevo servicio que comenzó a tratar de manera intensiva a las personas con necesidades muy fuertes. Donde, al contrario que en el hospicio, ellas no quedaban aisladas y olvidadas y donde, al contrario de los ambulatorios, no recibían una simple prescripción médica periódica. Los centros ofrecían una atención cotidiana, con lechos para situaciones de emergencia. Al contrario de lo que muchos piensan, la lucha antimanicomial no es contra la internación; es contra la internación en esos modelos de segregación permanente a los que las personas eran sometidas.
Actualmente, nosotros tenemos en Brasil cerca de 2,500 Caps. La mayoría cambió el escenario de la asistencia a la salud mental, contribuyó a retirar muchas personas de instituciones psiquiátricas o evitó que muchas personas fuesen internadas en esos lugares. Son trabajos abiertos, en residencias, con atención de turno, multidisciplinaria, conectada a la familia y vinculada a los recursos de la comunidad.
¿Cree usted que la sociedad tiene aún algún tipo de prejuicio con relación a las personas con trastornos mentales? Si lo hubiera, ¿A qué se debe este prejuicio?
La cuestión del prejuicio con el trastorno mental es algo históricamente constituido. El trastorno, genéricamente llamado locura, siempre fue un misterio para la humanidad. En todas las sociedades, existieron personas con comportamientos bizarros, extraños, exóticos, desconocidos e inexplicables que, por un lado, eran entendidos como posesiones demoníacas y, por otro, eran considerados dádivas divinas. Hasta hoy existen muchas explicaciones sobre el trastorno mental. La psiquiatría se apropió de esa cuestión del comportamiento extraño y loco, la transformó y dio una interpretación médico-científica, especialmente cuando Philippe Pinel, conocido y famoso como padre de la psiquiatría, escribió el tratado médico-filosófico sobre alienación mental.
Y ¿Qué es el alienado? En el entendimiento de Pinel, alienado es el sujeto fuera de sí, incapaz de la razón, del juicio, del discernimiento. René Descartes, hito de la filosofía moderna, dice que el ser humano es exclusivamente aquel que tiene la capacidad de razonar; los demás seres son inanimados o irracionales. Por lo tanto, el alienado es un animal, se aproxima a la bestia, a aquello que no es de la naturaleza humana. En este sentido, desde el primer momento que surgió este concepto, el alienado fue visto como un sujeto incapaz - incapaz de la ciudadanía, del ejercicio colectivo; visto como alguien que está desposeído de juicio y de discernimiento racional, por lo tanto, próximo al animal.
La idea de peligrosidad vino asociada, desde un primer momento, a la idea de alienación. Por eso, la cuestión de la internación, del aislamiento, de las celdas, de la corrección a toda fuerza, del tratamiento moral, del tratamiento coercitivo. Todo esto creó en la comunidad la idea de que el loco es peligroso, es incapaz, irresponsable e imposible de convivir en sociedad. Y es este legado histórico lo que nosotros intentamos transformar, construyendo otro lugar social para estos sujetos, sacándolos de los manicomios y colocándolos en trabajo colectivo, en las cooperativas de generación de renta, de trabajo, en los proyectos culturales y en las residencias. Nosotros vemos que ellos construyen proyectos de vida, construyen ciudadanía y derechos.
La transformación cultural es muy difícil; como toda transformación que se refiere a la cultura, a las tradiciones, ella es lenta, sin embargo, existente. La existencia de películas brasileñas como “Bicho de 7 cabeças”, “Nise - o coração da loucura” y “Estamira” son señales de que alguna cosa está cambiando en la sociedad. El gran miedo de la comunidad en el pasaje del siglo XVIII al XIX, en Europa, y del XIX al XX, aquí en Brasil, era del loco. Hoy, este miedo se transfiere a otros prejuicios sociales: la cuestión de la sexualidad, la cuestión de los inmigrantes, de los refugiados, la cuestión de otras culturas que son diferentes.
En los días de hoy mucho se habla sobre el “mal del siglo” – que sería la depresión. De acuerdo con las últimas estimativas de la OMS, más de 300 millones de personas viven con depresión, un aumento de más del 18% entre 2005 y 2015. ¿Cree Ud. que la depresión es realmente una de las principales villanas de la salud actualmente? Y ¿A qué se debe ese aumento tan grande?
La cuestión de la depresión es emblemática para el debate que llamamos “patologización de la vida cotidiana” o de “medicalización”. Los trastornos mentales tienen una elasticidad muy grande y una falta de precisión diagnóstica. Una situación de vida y de crisis – como una persona desempleada o una persona que vivenció una separación, o un luto, por ejemplo – puede fácilmente ser vista como una enfermedad. Y no lo es, necesariamente. La depresión, la tristeza, la pérdida y el luto son procesos comunes a la vida y deben ser enfrentados. Inclusive, es muy importante que la persona “elabore el luto” – eso es lo que nosotros acostumbramos decir, elabore un rechazo y supere una crisis para ir hacia adelante.
La psiquiatría actualmente transforma todo en enfermedad y, de esta forma, ofrece también una concepción de que enfermedad mental es un trastorno neuroquímico y que, por lo tanto, el tratamiento es la corrección de ese trastorno. En general, este tratamiento es realizado a partir de técnicas y de usos de psicofármacos y, algunas veces, de psicoterapias y otros tratamientos. En esos casos, se retira de la persona esa visión más amplia de que ella está pasando por una crisis, del análisis de las situaciones que ella está vivenciando, y transforma todo eso en depresión. En este sentido, esas experiencias de sufrimiento y de dificultad para lidiar con esas demandas acaban siendo individualizadas por ser considerados trastornos individuales. Es necesario entender que las enfermedades son alteraciones bioquímicas en el sujeto y no son un proceso que, muchas de las veces, es colectivo en las grandes ciudades, como en situaciones de catástrofe, de crisis económica y crisis política. En esos casos, no es una cuestión de recuperación del individuo exclusivamente, sino de entender que, en tanto proceso, ellos están vinculados a la salud colectiva, trascienden el campo de la salud y se extienden hacia cuestiones que son de orden económico, de orden político, algo más general.